Y esta soy yo.

Mi foto
Secuestrar libros de estanterías ajenas y aullarle a la luna nueva (como aficiones). Hecha de carbón. Criadora de dragones y chochas de agua. Mi amor por Uve supera al que le tengo a las estrellas.

sábado, 21 de enero de 2012

¡Sorpresa, papi!

Estaba harto de todo. Estaba harto de la guerra. De no poder ver los pequeños rizos rubios de mi hija. De no poder besar a mi mujer. De no poder abrazarlas esta Navidad. Estaba harto del sonido de las balas, de las bombas. También estaba harto del polvo del desierto, de la arena y del calor. Lo único que me animaba era que, cuando todo esto terminara, podría volver. Tan sólo me quedaban seis meses. ¿Tan sólo? No, en realidad era demasiado. Demasiado tiempo.
Eran las ocho y media del día de Nochebuena. Estaba con el ordenador. En el Skype. Había quedado para hablar con mi mujer. Ya era la hora y aún no se habían conectado. Estaba desesperado. No podía evitar que por mi mente pasara la idea de que les hubiera pasado algo. Estaba deseando verlas.
Las nueve y media y sigue sin haber novedades. Apago el ordenador. Cojo el teléfono. Tampoco contestan.
Me tumbo en mi cama. Mirando al techo, no puedo evitar dejar de pensar en ellas. La pequeña Alice había cumplido cuatro añitos el ocho de noviembre. Llevaba dos años sin verla. Habría cambiado mucho. La echaba de menos. Las echaba de menos. Muchísimo.
Los gritos de uno de mis compañeros –Jonh-, que cruzaba por la puerta de la tienda, me despertó de mis pensamientos.
-¡Chris! ¡Chris! ¡Chris! ¡Tienes que venir ahora mismo!
-¿Qué pasa?
En ese momento, empecé a oír un sonido de aspas de helicóptero. Estaba sorprendido, ya que no nos habían avisado de que hubiera un aterrizaje esa noche.
-¡Un helicóptero, Chris! Ven a verlo.
-¿A qué viene esa emoción? Tan sólo es un helicóptero. Lo más seguro es que lleve víveres.
-No, Chris. Acércate y mira lo que lleva.
Salí apresuradamente de la tienda, intentando alcanzar a mi compañero, que iba muy rápido.
Mis ojos no daban crédito a lo qué veían.
-¡Alice! ¡Susan!- ¡No me lo podía creer! Mi mujer y mi hija estaban en el helicóptero, que acababa de aterrizar. De la puerta salía mi familia, y, a continuación, muchos otros familiares de mis compañeros.
Al salir del helicóptero mi hija corrió hacia mí, gritando mi nombre. No dije nada, solo las abracé, sin poder evitar que una lágrima bajara por mi mejilla. Estaban ahí, conmigo, en Navidad, y por fin nos podríamos comer el turrón todos juntos, con villancicos de fondo y acurrucados junto al fuego.

P.D.: ¡Espero que os guste! Este texto lo escribí para un concurso de relatos navideños que había en mi pueblo, y, por sorpresa para mí, gané. El premio fue el libro "Donde los árboles cantan", de Laura Gallego. Me lo estoy leyendo en estos momentos, y, por ahora, está genial. Besos ^-^

No hay comentarios:

Publicar un comentario