-Liz...
Su tono de voz era triste y distante, no el dulce y cálido al que ella estaba acostumbrada.
-Danny, ¿ha pasado algo?- estaba perdida.
Hace una semana eran los típicos jóvenes enamorados, y ahora... Estaba extraño. Ya no la llamaba cada noche para desearle dulces sueños. Ya no le sorprendía trayéndole ramos de rosas al trabajo con notas como "De: un loco enamorado" o con un simple "Te quiero". Ya no era él. Y lo echaba de menos, pero si no sabía la razón por la que estaba así.
-Verás, mi jefe me ha ascendido.
-¿Y ese es motivo para estar así? ¡Eso es genial!
-Sí, lo sería si no fuera porque...- una pausa, que se hace interminable. ¿Minutos? ¿Segundos?- Me trasladan.
-¿Dónde?
-París.
No saben que decir. ¿París? ¡Entonces jamás se verán! Un billete de avión cuesta más de lo que Liz se puede permitir.
-Entonces creo que lo mejor que podríamos hacer...
-No sigas hablando. Te entiendo.
-Lo siento.
-No te preocupes. Estaré bien.
Mientras ella se aleja, empieza a llover.
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