Seguimos siendo niños.

Te miro y pienso: ¿Qué hubiera pasado si no te hubiera conocido? ¿Quién me hubiera hecho sufrir tanto? Aún así, me alegra haberlo hecho, porque te he podido conocer muy bien, me has contado cosas que sólo le hubieras contado a tu almohada. Yo no te he hablado tanto de mí como me hubiera gustado, ya que tenía miedo de lo que pensaras. Hay cosas sobre mí que es mejor que nadie sepa jamás. Si te lo cuento, lo más probable es que pidas una plaza en el manicomio más cercano. Me abandonarás “y si te he visto no me acuerdo”. No confío en ti tanto como tu en mí. Me has entregado tu confianza. Creías que iba a decir que me has entregado tu corazón, ¿verdad? Lo siento, pero aunque me lo entregues, yo no lo quiero. Nuestra amistad es demasiado hermosa como para que se rompa por un estúpido romance entre adolescentes. Somos tan ingenuos que a veces dudo que hayamos madurado. Quizás ni siquiera lo hemos hecho. Seguimos siendo niños en cierto modo, pero queremos creer que hemos crecido. Dulce ignorancia…